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En favor de las cuotas femeninas

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Estamos en el siglo XXI y todavía no existe igualdad entre el hombre y la mujer. No hablo de África ni de Afganistán o China (allí no hay dudas). Me refiero a Europa.

Aquí hay más mujeres que hombres pero esta realidad biológica no se ve reflejada en la política, en la economía, en la ciencia… Los machistas de siempre, reconvertidos en liberales con buenas palabras, argumentan: “pueden votar, trabajan, tienen derechos sociales, familiares… ¿qué más quieren?” Se equivocan en el fondo y en la forma de la pregunta.

En realidad no sólo las mujeres quieren plena igualdad. También hay hombres, como yo, que consideramos injusta la situación actual. La pregunta en realidad lo que hace es desvelar que a ese machista encubierto ni siquiera le parece normal que disfruten de los derechos de los que disfrutan hoy; que esos derechos son un regalo de los magnánimos hombres, una propina que se les ha dado en las últimas décadas para que se callen.

Insisto: siglo XXI y no hay igualdad entre hombre y mujer. Esta única frase desmonta la pregunta del “qué más quieren”.

Todavía es noticia que una mujer sea presidenta de un país (y en España aún no ha sucedido); sólo un 5% de los premios Nobel ha recaído en mujeres (no por casualidad la mayoría son de la Paz); las publicaciones científicas, dominadas por hombres, enlazan artículos escritos por hombres (cuando se piensa en un científico, nunca nos viene a la cabeza Marie Curie o Margarita Salas); finalmente, el 71% de las empresas españolas no tienen a mujeres en sus consejos de administración.

Dos ejemplos cercanos:

Dos figuras humanas en un balancín, inclinado hacia el lado de la de mayor tamaño © iStock/Mark Stay

Para corregir esta situación, la Comisión Europea aprobó ayer una propuesta de ley. El objetivo es que el 40% de los miembros de consejos sean mujeres. Discriminación positiva, ni más ni menos. Lo mismo que se implantó en Estados Unidos para impulsar la actividad de las minorías, lo que existe en España con los retrones (aka: discapacitados).
Hay quien aborrece estas medidas. Curiosamente, suelen ser hombres, blancos y sin problemas físicos. No ven que exista un problema y consideran que las cuotas coartan la libertad de las empresas son injustas, dañan la eficacia política, económica, educativa… (depende del sector del que hable).

Todas estas excusas son profundamente falsas.

Alguno llega a decir que la situación podría darse la vuelta y en 20 años los hombres necesitaremos cuotas para estar en el poder. Lo dudo mucho; pero aunque así fuera, un poco de justicia histórica tampoco vendría mal…

Por cierto, la desigualdad no sólo es injusta: es ineficaz. La Organización Internacional del Trabajo asegura que los consejos con mujeres tienen más rendimientos. En política, sucede parecido.

Sin embargo, tengo 3 reparos a la propuesta de la Comisión.

  • La ley no es automática; para su puesta en marcha debe ser aprobada por el Parlamento y por cada país. Veremos cuánto tarda en entrar en vigor (si llega a hacerlo…).
  • Las sanciones quedan en manos de cada estado, por lo que la ley será sumamente flexible. No hay más que recordar que en España ya existe una ley de igualdad, y se viola cada día.
  • Ha sido impulsada por una mujer, la comisaria Viviane Reding. Me sigue pareciendo triste que un miembro de un colectivo haga el portavoz y defensor público de ese grupo. Este post es la prueba de que un hombre puede defender esta cuota. Quizá si la hubiera presentado un comisario tendría más fuerza. Recuerdo una edición de Tengo una pregunta para usted. Un retrón (aka de nuevo: discapacitado) preguntó a Zapatero si contrataría a un retrón para trabajar en el Congreso (no para estar en el Gobierno; eso es casi una utopía). Zapatero le contestó de forma condescendiente (la expresión de Lorenzo Milá también es reveladora). Después, un traductor le preguntó sobre la venta de armas a Israel. Aquí Zapatero fue más político, menos paternalista. Me hubiera gustado que se intercambiaran las preguntas. A ver qué cara ponía el presidente…

Las cuotas son un parche, un mal necesario para romper este techo de cristal. Quizá dentro de 30 años sean prescindibles. Hoy por hoy, los datos son tozudos y no mienten: hacen mucha falta.


Archivado en: Justicia

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